Ese Diego que, empezando en Argentinos Juniors, pasando por el amor de su vida, Boca Juniors, se fue a España y la peleó en Sevilla, en Barcelona, recaló en un lugar inhóspito al sur de Italia al que nadie quería ir. Ese lugar en el que sus propios habitantes se miraban y se avergonzaban de ser de allí. “Vivo cerca de Roma” decía la gente antes; “Soy Napolitano” dijo la gente después de la llegada de aquel pibe de Fiorito.

Un tipo de pelo rizado, pie zurdo aterciopelado, una cadera que bailaba su propio ritmo y hacía de la cancha una pista de baile, con un carisma único, con sus convicciones más claras que la aureola que en su cabeza reposaba, ese tipo nació un 30 de octubre de 1960 y hoy, 30 de octubre de 2024, festejamos su cumpleaños número 64.

Personalmente, fue la primera y única persona que me cegó con su muerte. Alguien a quien no viví, alguien a quien no ví practicar el deporte que más amo. Alguien que encarna lo mejor de mi país y de mi club, el mayor exponente simbólico de mi club. Es esa persona quien desparramó lágrimas por mi rostro cuando la trágica noticia de aquel 25 de noviembre de 2020 invadió mi atención.

Allí comprendí que no se trataba del mejor jugador de fútbol de todos los tiempos, se trataba del Dios más humano de todos.

Feliz cumpleaños, Diego Armando. 1960 – ∞